Soldado alpino en el frente italiano, mi padre regresó luego de la debacle a la aldea meridional donde vivía, dedicado al viñedo y al vino, y donde era el único judío. Entonces se unió a quienes quisieron hacerles llegar encomiendas a los prisioneros en Alemania lo más regularmente posible. Yo tenía dos, después tres, después cuatro años.
Ahora tomo el relevo con una primera encomienda para los prisioneros de Dios. Al cual seguirán dos más: Schreber teólogo. La injerencia divina II y Una mujer sin más allá. La injerencia divina III.
Hay fantasmas del Dios muerto que frecuentan determinados lugares estratégicos del análisis, inhibiendo su exploración, perturbando el ejercicio analítico que por ello fracasa. No lo mostramos aquí sino por medio de algunos rodeos, revisitando determinados autores y artistas que, como Lacan, no ignoran que Dios todavía no ha hecho su salida.
J. A.