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Descripción

¿Acaso el amo tiene un sexo? En el sentido de que posea uno, que usaría a su antojo, por cierto que no. Antes bien sería esclavo de él. ¿Y qué sexo? La respuesta puede sorprender, aun cuando está históricamente confirmada: no el flameante falo (llamado a su vez “amo de eros”, lo que prueba que el amo no es su amo), sino el ano. “Soberano”, en latín, se dice superanus.
La sexualidad del amo está asentada encima, excepto por el hecho de que es un ano intocable, prohibido, por lo cual el amo carece de estabilidad, de esa habilidad que se le atribuye muy ilusoriamente y que todos –impulsados por los ideales modernos de autonomía, de libertad, de control de sí y del otro, de responsabilidad– creen poder asumir.
Siendo la muerte de Dios como amo el verdadero fin de la inmortalidad, la sexualidad moderna debería precipitarse con nuevos bríos en el dominio. Es trabajo perdido, subraya este libro que –siguiendo ciertas líneas desplegadas por Freud, Foucault, Lacan, aunque también por algunos trabajos gays y lesbianos– intenta decir las consecuencias de ese fracaso: “Sobre el sexo hay un secreto muy bien guardado: a la mayoría de la gente no le gusta.”