"La Princesa Casamassima pertenece a ese gran linaje de novelas que se encadenan como la columna vertebral de la ficción: Rojo y negro de Stendhal, Papá Goriot e Ilusiones perdidas de Balzac, Grandes esperanzas de Dickens, La educación sentimental de Flaubert, Guerra y paz de Tolstoi y El idiota de Dostoievsky. La princesa Casamassima es una incomparable representación de las condiciones espirituales de nuestra civilización me atrevo a llamarla incomparable porque ninguno como James nos ha mostrado la verdad en un único acto luminoso de creación. James tuvo la intuición del desastre y es por eso que tiene un interés esencial para nosotros: pero justamente con la intuición del desastre tuvo también lo que esa intuición a menudo destruye: la intuición del amor."
Lionel Thrilling
La princesa Casamassima (1886) constituye, junto con Las bostonianas (1885) y La musa trágica (1890), la parte central de un tríptico novelesco que James dedicó a cuestiones sociales. De estas tres obras, La princesa Casamassima es la que tiene un tema más audaz, como para sobresaltar a los habituales lectores del novelista: una historia centrada en las clases bajas londinenses, de conjurados que quieren subvertir el orden establecido a través de la violencia
Hyacint Robinson, un modesto encuadernador del Soho londinense, participa de una conjura revolucionaria, y conoce a una princesa napolitana de irresistible atractivo que está dispuesta a renunciar a todo para ponerse al servicio de la causa de los desheredados. A partir de esta situación se desarrolla una intriga magistral, con toda la penetración psicológica y las ambiguas sutilezas propias del escritor. Por su temática y la agudeza de sus observaciones en relación a la política, el anarquismo y el compromiso individual, esta novela no puede dejar de compararse con El agente secreto de Joseph Conrad y Demonios de Dostoievsky.