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Descripción

Siempre tendremos el mandato de despertar a Benjamin y, poco a poco y gradualmente, a la larga genealogía de los centinelas mesiánicos. El mandato de salvarlos de la anexión a la cultura de los vencedores y las rehabilitaciones que son, en realidad, ejecuciones póstumas: ¿Marx economista y filósofo contra Marx a secas? ¿Benjamin esteta y crítico contra Benjamin político?

Previendo el peligro, Benjamin tomaba la delantera.

Ahora, la política prevalece frente a la historia.

La politización mediada de la estética debe mantener a raya la estetización mórbida de la política.
La política no es asunto de Estado. Es el pensamiento estratégico del presente, la posibilidad de interrumpir el curso de los tiempos, de bifurcarse hacia senderos inexplorados, la disponibilidad para ver surgir al Mesías, que –sin confesarlo– ya uno no se atrevía a esperar. Pasado y futuro se ponen perpetuamente en juego. Uno no cesa de apostar el todo a la parte. Siempre se está en condiciones de cumplir o de defraudar una esperanza.

Los muertos llaman a los vivos para que estos despierten a los muertos. Modestamente, Benjamin toma su turno de guardia en la cadena solidaria de los centinelas mesiánicos que se transmiten “una secreta consigna” para que el último despierte a quienes lo precedieron.

Interminable vigilia, en la angustia del sueño y de la noche.

Fielmente, obstinadamente.

A la izquierda de lo posible.
 

Daniel Bensaïd