La filosofía trágica es un libro asombroso porque hay en él algo completamente nuevo, y porque exige algo muy difícil de llevar a cabo: la purificación del pensamiento; sacrificarlo todo incluyendo cualquier creencia para comenzar a pensar. Apuesta a resultados heroicos futuros sosteniendo sólo a dos héroes del pasado: Schopenhauer y Nietzsche.
De manera extraña para un filósofo, Clément Rosset encuentra en la verdad la única posibilidad del hombre, pero su verdad es la más impiadosa también la más escandalosa, es decir, la única útil: olvidar todo lo que damos por sentado, quemar en la hoguera de las ilusiones prejuicios tan fuertes como la moral, la ética, la estética y la filosofía misma, en pos de una simplicidad fundamental.
Cuánto de esa simplicidad fundamental puede ser digerida por nosotros nada simples, nada fundamentales es lo que Rosset intenta comprobar.